niños, 23/08/2017
Yo en la escuela donde trabajo. Es el recreo, el patio está un poco oscuro por el día nublado y húmedo. Juego a la madriguera con los niños. Me siento muy ligera, saltando con gran facilidad dentro de los círculos de tiza: apenas apoyo un pie y ya estoy saltando con el otro. Tengo la sensación de casi volar, llena de gracia, como una bailarina. Incluso puedo girar en el aire mientras salto. Hago todo con gran destreza, parece que mi cuerpo va más rápido que mi mente. Me sorprendo a mí misma. Me siento genial y creo que les caigo bien a todos, me admiran cuando me ven tan hábil.
Dejo de jugar y veo a una niña que no reconozco, pero sé que es alumna de la escuela, haciendo el pino y caminando por el patio usando las manos como pies. Siento mucha envidia y me siento mal porque sé que yo no puedo hacer eso. Me invade un sueño incontrolable. Me apoyo en la pared del patio e intento dormir. Suena la campana con un sonido estridente. Llamo a los alumnos de primero para que suban a clase, pero no tengo ni idea de qué voy a enseñar. Todos se quedan en el patio. Nadie me oye. Los niños observan con entusiasmo un ensayo de los alumnos mayores, que estudian por la mañana. Varios vestidos de novia cuelgan por todo el patio. Es todo mágico. Los dobladillos de los vestidos nos rozan la cabeza. Novios y novias bajan por la rampa. A los niños les encanta, y les dejo mirar. Lo disfruto todo.

Fotografías tomadas por Patrick Pimentel (2017).
Proyecto de Investigación de Licenciatura - Escuela Superior de Artes Célia Helena, San Pablo.
