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mares, de vez en cuando regresan

estoy en la playa, sumergiéndome entre las olas, las ondulaciones, mi cabello bañado por la espuma brillante.Conozco la playa. Hay otras personas en el mar, jugando. Las olas crecen y me aventuro entre ellas. Me lanzo de cabeza contra la corriente, dejando que las olas rompan contra mi espalda, contra mi cabeza.

De repente, el mar se hincha y me encojo. Pierdo el valor. Huyo con todas mis fuerzas hacia la arena seca, pero la marea me arrastra de vuelta. Subo a las dunas para escapar del agua embravecida. Llego a la cima de la playa, cerca de un árbol, pero las olas crecen y me alcanzan los pies. Son enormes, gigantescas, podrían engullir una ciudad. Corro hacia atrás, llamando a mis padres, en vano. Todos parecen ajenos al peligro. Solo yo veo que el mar lo destruirá todo. Corro por las calles arenosas, por callejones y casitas donde sirven comida. Me escondo en una casa. Mis padres están cocinando, la olla a presión silba. Las paredes están sucias y mugrientas. Intento advertirles del peligro, pero no me oyen. Una ola rompe contra la casa y veo la corriente pasar a toda velocidad por la ventana. El agua gotea con fuerza del techo, a mis padres no les importa.

Ahora estoy en un barco con ellos. Cenamos en una mesita estrecha, con varias familias alineadas a lo largo del pasillo. La disposición me recuerda a un tren de una película del Oeste. Estamos todos bajo el agua, pero todo sigue como siempre. Sujeto la mesa para que no se la lleve la corriente. Tengo los labios congelados y no puedo parar de hablar. Los labios de mis padres también se están poniendo blancos. No entiendo lo que dicen. La corriente mueve el pelo de mi madre de un lado a otro. Desde la ventana del barco, veo cómo las montañas del océano se hacen cada vez más grandes a medida que nos hundimos. No puedo ver el fondo del mar ni la superficie del agua.

Proyecto de Investigación de Licenciatura - Escuela Superior de Artes Célia Helena, San Pablo.

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